trocha 7

Rodrigo Ramos, Chile

16 junio 2022

Trocha es una serie. Puedes leer Trocha 6 aquí.

En esta pandemia, he visto de cerca cómo las parejas se separan. Ha sido un periodo complicado para algunos amigos, y para mí. Convivir se transformó en un problema para quienes estábamos acostumbrado a pasar parte del día afuera de la casa. Son las 24 horas del día bajo el mismo techo. No se aguantan. No nos aguantamos. Aquí, adentro, nos juntábamos por la tardes, para cenar, casi después de las 19 horas, cuando había ánimo. Dialogábamos de lo cotidiano. Lo de mis amigos era similar, a veces, conviviendo en casas más pequeñas o más amplias; con más hijos de por medio. 

No era prudente que los chicos del liceo encendieran la cámara. Uno podía enterarse de todo lo que estaba sucediendo adentro, en la casa. Hay casas demasiado pequeñas. Familias que viven hacinadas entre cuatro paredes. Por eso nunca exigí que encendieran las cámaras. Una vez quedó un micrófono encendido. Escuché una pelea. Insultos. Sin que le dijera, el chico se desconectó. Pensé toda la tarde en él. Lo llamé. Me dijo que no me preocupara. Que era normal ese tipo de conflictos en su casa por el encierro. 

Mi amigo K se separó por su carácter de mierda. No estaba acostumbrado a tener a su pareja en la casa. Mi amiga T, que era la pareja de mi amigo K, tuvo toda la razón del mundo en irse. Por lo menos ellos pudieron decirse las cosas. Lo nuestro era de silencios. Cada uno hablando lo justo y necesario en las Fases 1, 2 y 3. No llegamos a la Fase 4.

Mi amigo S se separó de su pareja porque no soportaba tener a la hija e hijo de ella viviendo en el mismo departamento de paredes delgadas. Era un departamento pequeño. Cuando bebía piscola, remarcaba que la propiedad era suya y cuánto le había costado. Su pareja era colombiana, de Cali, la capital de la salsa mi rey. A mi amigo S siempre le gustó la salsa. Tuvieron feeling. 

Al año de convivencia con mi amigo S, ella trajo a sus hijos desde Pereira, Colombia, ambos adolescentes. Mi amigo S, machista, pampino, con 20 años más de diferencia que ella, quiso que ella no trabajara. Él pasaría todo el día afuera de la casa, trabajando. Quería que ella lo atendiera cuando llegara cansado. Estuvieron tres años de esa manera, hasta que comenzó la pandemia. Mi amigo S comenzó a teletrabajar. Los hijos de ella,  teleestudiaron. Ella los atendía a todos. El departamento era muy pequeño, insisto, dice mi amigo S ya borracho por la piscola. No resultó por cotidianidades absurdas, como que ella estaba más preocupada de atender sus hijos, que a él, cuestión que se medía en la cantidad de comida en el plato.  Llegó el punto que mi amigo S, con alcohol en el cuerpo, porque es alcohólico, los botó a todas, a todos y a todes de la casa porque ella le sirvió menos comida a él por privilegiar a su hijo. Ella, migrante, y sus hijos, migrantes, quedaron prácticamente en la calle de un Iquique nublado.