trocha 6

Rodrigo Ramos, Chile

17 mayo 2022

Trocha es una serie. Puedes leer Trocha 5 aquí.

Maduro coño e-tu madre/A llorar pal valle/Chamo. Todas son palabras, frases o modismos venecos escritos en la pizarra del “Venezuela Libre”. Así se llama el restorán de Jorge Luis Lamus, en la calle Prat de Antofagasta. Su emprendimiento entrega veinte fuentes de trabajo a otros migrantes, todos con familias e hijos. Jorge Luis es venezolano, de Maracaibo, estudió contabilidad y arribó a Chile y a Antofagasta en 2016. Primero trabajó en la importadora de un empresario chino como reponedor; luego, en un restorán, donde aprendió el oficio de la administración. Recuerda jornadas laborales en promedio de 14 horas y hasta 16 horas al día, por el sacrificio para juntar dinero. Lamus juntó sus ahorros y creó el “Venezuela Libre” –nombre arriesgado según le dijeron, porque le podría llegar un piedrazo– que expende con éxito comida venezolana y “perros calientes.” Reconoce que le ha ido bien y puede vivir tranquilo, a pesar de los momentos complejos como el estallido social y la pandemia. 

Mis compatriotas salen por la necesidad de escapar de una situación difícil donde hay escasez, no hay comida ni transporte. Reparar un artefacto allá es imposible. Así, más de un padre o una madre deciden salir del país a toda costa. Arriban enfermos por todo lo que pasa en el camino. Es entendible desde lo humanitario, porque salen de un hueco sin luz

Dolor y tristeza. Con esas dos palabras Gian Carlo Luti, quien es presidente de la Asociación Gremial de Food Truck de Antofagasta, a través de su carrito de arepas en el parque Croacia, define su sentimiento al ver a niños y ancianos dentro de esta ola de migrantes.

A cualquier lugar donde se llega, uno debe entrar por la puerta del frente, y salir por ésta. Y no entrar por la de atrás, como en este caso. Este tema duele porque son hermanos y coterráneos, pero los culpables están en Venezuela. Nadie se va de su país, si éste está bien. Nadie camina miles de kilómetros para cruzar un río, un desierto, y pasar miles de penurias para entrar a un país de manera ilegal. Tu país entonces está mal, para que suceden esas cosas.

Lo que más agradezco de acá es la libertad de expresión. De que no me vayan a perseguir por decir estas palabras

Da mucha compasión el ver lo que deben atravesar las familias venezolanas y en las condiciones que llegan. Al verlos, y entenderlos, hay que imaginar la magnitud del desastre en Venezuela, donde prefieren pasar todo esto, antes que quedarse en el país. Y eso me llama a la reflexión, cuando se viene a juzgar y satanizar a las personas desde un entorno, como el que se tiene acá. Pongámonos en los zapatos de estas personas y comprendamos lo extremo de su decisión. 

Y eso empuja a la gente a salir, y no porque quiera conocer el mundo, sino por necesidad, porque es un tema de vida o muerte.