trocha 4

Rodrigo Ramos, Chile

15 marzo 2022

Trocha es una serie. Puedes leer Trocha 3 aquí.

A.

Mi amigo M bromea que es indio. Se jacta de haber aprovechado los beneficios de ser indio en Chile. Hace 20 años, cuando lo conocí, no se le pesaba por la cabeza bromear con el tema. Menos reconocer que su padre pertenecía a la etnia atacameña. Lo entendí. Tuve compañeros de curso en Iquique y Antofagasta, que por sus rasgos eran tratados de indio, como un insulto, como una ofensa. Eran los más tímidos del curso. Siempre atrás; que no se vieran. Indios, les decían. Indios, le decía. El colegio nunca los eligió para ubicarlos adelante, en los desfiles. El colegio ubicaba delante a los más altos y, por supuesto, a los más blancos. La discriminación partía desde el colegio. Ser un Mamami, un Vilca, un Condori o un Titichoca, era razón para todo tipo de bromas. Participé de esas bromas. A una profesora, de apellido Mamani, antes de sus clases, le decorábamos la sala con motivos indígenas. Pegábamos en la pared hachas y flechas. La profesora Mamani hacía la vista gorda. Su venganza consistió en exigirnos más. Todo el año estuvimos en esa puja. Medio curso reprobó su ramo. Fue su venganza. Nos odiaba. Ella ganó.  

En la Plaza Prat de Iquique, me fijé en unos niños venezolanos que tenían la particularidad de ser rubios. Corrían de un lado para otro. Su madre los observaba atenta bajo una frazada. Lo rubio, proyecté en ese Chile en el cual me crié, les daría mejores posibilidades que a un venezolano moreno. La madre era rubia, pero en ella, más que en los niños, se notaba el deterioro provocado por las cinco trochas que pasó para llegar hasta esa plaza. Parecía tranquila. Como si hubieran llegado a la meta después de una extenuante carrera. Cuando me acerqué, me pidió una moneda. Sus ojos denotaban tanto cansancio que hicieron retroceder mi afán de conocer su historia. Su concentración estaban en esos niños que perseguían palomas.  

 

B.

Antes de la llegada de los colombianos, Antofagasta se jactaba de ser una ciudad de inmigrantes. Había calles y edificios en honor a los inmigrantes.  Los más influyentes habían sido los croatas, después los griegos y más atrás los españoles. En primavera se celebraba el Festival de Colectividades Extranjeras donde tímidamente participaba la histórica colectividad boliviana. Todas las fotos se las llevaban los croatas. Los Martínez Zuvic; los Domic González; los Castañeda Violic. Todos se sentían más croatas que chilenos. Porque ser medio europeo daba un cierto estatus social, algo que se aprendía desde el colegio y en las relaciones sociales. 

El arribo masivo de colombianos en la primera década del 2000 cambió la percepción que se tenía de los inmigrantes. Antofagasta no estaba acostumbrada a ver en sus calles a inmigrantes pobres. En 2013, aparecieron rayados con mensajes xenófobos contra los colombianos, en el departamento de extranjería, justo a un costado de la plaza Colón. En esa ocasión pregunté a unos  colombianos que hacían la fila lo que pensaban de los rayados. 

Soy Luz, tengo 25 años, de Buenaventura. Este ambiente enrarecido que hay en esta ciudad contra nosotros, me provoca cierto temor. Nunca imaginé una recepción tan hostil por parte de los chilenos, más aún cuando decidí venir a trabajar por acá porque a mis parientes les ha ido bien.

Soy Viviana, 23, de Buenaventura, concuerdo con Luz. Son absurdos e incoherentes los rayados. Pero a una le hacen sentir un poco de temor por lo que pueda suceder. Vengo de un lugar donde siempre hay luchas internas y pensé que aquí era más tranquilo. No sé si me quiera quedar por mucho tiempo. Vengo por camello para mandar dinero a mi hijo que tiene dos años.