suspicacia y síntoma
Manuela Irarrázabal, Chile
18 junio 2022
Como la liviandad se apodera, cual hiedra y helecho,
de la humedad del tiempo,
la acidez y la amargura toman rostros
difíciles de reconocer –piensa.
Ahora somos todos altos, civilizados y enteros.
Y hablamos inglés.
Ya no estamos para infantilismos,
ingenuos los que se rebelan y se aíslan, etapa superada.
El siglo veinte no pasó en vano
por nuestras piernas y rodillas:
las articulaciones siguen en funcionamiento
funcionamiento palabra maravillosa,
–toma la silla y se sienta junto a la ventana.
De dos en dos
mañana, día y tarde caen.
Son cansancio, celo y culpa
las horas por redondear, los cantos por pulir
y apenas con un dedo pulgar
oportunamente puesto sobre su pecho, se siente sofocada
como el charco dispuesto a evaporarse
con el más pálido sol de la mañana.
Silencio, silencio. El viento,
el universo en su pecho
gira a izquierda y ella,
a derecha, pretendiendo ver
que es el océano el que se funde en la gota.
Corre, corre. Funciona.
Rápido, más rápido, que el mundo es de los vivos
y los muertos en suspenso
–deja la silla, no puede permanecer sentada.
La ventana refleja la silla.
Corre, corre, funciona,
sólo un poco más y ya llegas
sólo un poco más y alcanzas –se dice–
esa imagen aterradora que has proyectado de ti por
tanto tiempo, ahora en la ventana.
Su condescendencia y la mirada de los otros
silencio
escuchemos el viento –dijo al entrar.
Discreta, cierra la puerta tras de sí. Se miran.
Los murmullos dejan de importunar,
frente a frente, los ojos directos sin pestañear.
Piensa en ofrecerle la silla, pero ya están las dos de pie.
Trata de pensar. Funciona –se dice.
Si te desovillas, pierdes tu inicio
tu vida permanece rodando, de acá para allá,
dejando siempre inalcanzable una punta que hilvanar.
Gira tuerca, tornillo, libélula, corazón.
¿Quién te toca? –aún no puede hablar.
Qué delicada se ha vuelto mi piel.
No tolero ni por un instante una intromisión porosa,
–ella es la que empieza.
Funciona: ya sabía que ella iba a empezar.
Empezar y continuar
yo misma, cómo he vagado por la vida de los otros,
con qué descaro,
qué fastidio, no dejes que lo mismo te suceda a ti.
Es sólo que palpar un poco lo externo como interno
permite no estar tanto en una.
Un respiro, una concesión especial.
La justificación para no procurar tu felicidad con presteza,
para no estar cortando, de una vez, las ataduras y dejar pasar el tiempo,
–continúa, sin notar su irritación.
¡Déjame en paz!
–la palabra sale al fin de su boca.
Hay que rasguñar, me has dicho.
La enseñanza ha sido directa:
en competencia debemos aprender
a rasguñar hasta perder las uñas
surcar, pero surcos propios.
Eso es lo que me has dicho, recuerda.
Puño, sangre y letra. Funcionar.
Ese olor penetrante,
la silla, ¿dónde está la silla?
¿Por qué no me la ofreció apenas entré?
Llena mis narices tanto pensamiento
sin que caiga en las aulas ni en los papeles en blanco
y ahora soy yo quien no puede hablar y tengo que decir algo,
el trozado cartilaginoso, eso lo tengo que callar.
–coge la silla sin que se la ofrezcan.
Le debí ofrecer la silla apenas entró.
Que haga frío y que te entumas
no es lo mismo –la oigo murmurar.
Yo estoy calada hasta los huesos
hace tiempo –le respondo–
nuevamente llego a ese punto en el que el horror surge
atravesándolo todo, inundándolo todo, emergiendo sin dificultad
por mi rostro como por un manto poroso.
Ni los ojos ni la boca callan ya –retoma el habla.
Espero cegada la señal de un futuro silencioso.
Viajo a la distancia de ti y de mí,
creyendo siempre acercarme sin que sea más que una ilusión,
me acero y continúo invariablemente
a la misma distancia –yo la escucho.
Allanamiento es lo que hace la vida.
Allanamiento de propiedad
queriendo tomar incluso mi respiración
–todavía la escucho y yo sentada en la silla.
El asco y la mendacidad tantas veces delatados
en su revolución en las entrañas. Funcionan.
Mendacidad: la mía,
la de mi madre, la de mi padre
–ahora se lo digo y no sé si me escucha,
le repito– la culpa y los dones se abrazan con lascivia.
La veo cansada y se lo digo.
Cansancio, cansancio, cansancio,
–me dice y permanece sentada en la única silla–
de la mentira que hay en tu rostro
cada vez que sonríes, cuanto más poderosa cuando te sonríes.
En el fango nos revolcamos gozosas en el temor
llegando a glorificar lo que nace de él
–me lo callo. Es verdad, estoy cansada.
Entra él, no hay otra silla.
No sé quién le va a hablar primero, yo estoy cansada.
Ella está sentada y quiere decir algo,
Go, go, go, said the bird: human kind
Cannot bear very much reality.
La única silla la tomó ella sin que se la ofreciera,
ahora no se la puedo ofrecer a él.
Me vestí de ti. Me puse tus trajes,
los que sé que te gustan, creyendo que eran míos.
Al verlo me noto desnuda.
Al verte me noto desnuda.
A ti, en cambio, te veo bien vestido
cada centímetro de tu cuerpo arropado.
No dejas ni a tus poros respirar.
Ya lo está acusando de algo, no lo puede evitar.
Ya me está acusando de algo, no entiendo bien de qué.
El hastío hasta los huesos –no lo debiera decir–
calando como la humedad subiendo por nuestras ropas,
cual hiedra y helecho, de sonreír por ocultar
la arcada ante tantas voces
ante tantas miradas, y tú crees que te vestiste de mí.
Me siento cansado. Go, go, go, said the bird.
La elocuencia es lo último que perdemos,
persuadidos como estamos de que debemos dejarnos
los unos plasmados en los otros. Funcionar nos dicen. Impactar.
Por eso temo al encuentro,
un lazo no se supera a sí mismo.
La ruptura amparada siempre en la misma grieta
y yo apenas la sostengo.
Mi espalda se tuerce; mis rodillas se doblan.
El resorte no vuelve a saltar
de tanto tirar y tirar
de tanto apoyar y apoyar
For us, there is only the trying. The rest is not our business.
Funcionar. He recorrido, una y otra vez,
el mismo camino siempre hundiéndome
en la gracia cenagosa y su luminosidad atrapadora.
En busca de la libertad me dejé llevar,
creyendo, entre correrías y cacerías,
aferrarla tantas veces con tal firmeza
que mis brazos temblaban.
Ahora veo que en mi silencio se ha venido a instalar,
–dice ella.
Mi silencio refleja mi grito
como la ola del mar, su inmutabilidad.
El que los signos te sean desconocidos
sólo responde a tu altivez –agrega irritada.
En busca de la libertad me hice presa de su imagen,
–error común, pensarán ella en la silla y él mirándome.
La serpiente enroscada en su nido
toda cuerpo
toda ensimismamiento
mi cola comienza a salir por mi boca: no es un error común.
Él la mira como helado y responde insatisfactoriamente–
desde la lejanía y el salto
llega a mí por un instante ese mismo sonido,
tantas veces reconocido,
y el sollozo vuelve a mi pecho por un llamado hormado
que se acomodó sigiloso en mí.
We are only undeceived
Of that which, deceiving, could no longer harm.
Quiero pacer a tu lado: rumiar mugir rezongar
en musgos fluorescentes,
nuestras miradas reflejan el verde
en silencio –me dice ella sentada en la silla.
Tengo añoranza del tiempo de los niños
en que el correr, más natural que el caminar,
no tiene prisa. Ya se han ido
Maqroll el Gaviero y la Malinche,
en puntas de pie para no inquietarme,
a sus cuartos a dormir.
Ella en su silla, él junto a la ventana, ambos me miran–
Go, go, go, said the bird.
Cuánta pena traía hace un minuto –continuo–
y de todo me sentía infortunada
por no poder enfrentar el mundo
con la frente en alto como corresponde. Funcionar. Impactar.
Por quedar reducida a polvo ante una mirada
la mirada feroz de mi infancia.
¿En qué momento dejamos de ser niños?
Permanecer permanecer permanecer.
Mis lágrimas silenciosas nos atraviesan a los tres.
Mi silencio nos atraviesa,
Lágrimas silenciosas nos inundan para escondernos
tienen una red, la red en que estamos todos.
Debo pararme y ceder la silla.
Lágrimas silenciosas. Lejanía en lo común,
distancia en lo que pudo ser comprensión,
–dice ella parándose de la silla. Yo no tomo la silla,
ellas me la ofrecen porque me ven cansado.
Estoy cansada; como él; como ella.
Tantos rostros, tantas vidas,
y me pierdo en querer serlos todos
por eso no pude hablar. Esquelas, escamas
y costras. Hoy se me aparecen mil rostros
femeninos, rubicundos, delgados y pecosos.
¿A qué antepasados pertenecen?
¿Qué quieren de mí ahora?
Pero esto me lo callo y les digo que
la fantasía, al no tener del tiempo lo propio,
se precia de todo, menos del pasado
y de él hace futuro sin más.
Por el modo en que nos arrullan
en nuestros desvelos presentes
las mismas viejas fantasías cuando, entregadas
sólo a la intimidad profunda,
se nos presentan nuevamente
distinguimos que somos siempre los mismos
movidos por los mismos anhelos de siempre,
For us, there is only the trying.
Este texto usa y adapta extractos de:
– T. S. Eliot, Four Quartets (1941).