Peces aún no pescados
Vicente Irarrázabal, Chile
15 abril 2021
—Era un desayuno familiar. Tallarines con sopa o algo acuático, anguilas quizás.
—Sí, lo recuerdo. El padre leía el diario con satisfacción e indolencia. La madre en su camisón estaba sentada de tal modo que, sin saberlo, exponía sus partes púdicas.
—¡No! No fue así. Recuerda que Teo aún no nacía. Había chocolate en polvo dentro de un ánfora; lo mezclábamos con leche tibia y hojuelas de maíz.
—No estoy segura, quizás es como dices. Quizás… quizás… quizás…
—Cerramos la puerta antes de entrar, hacía frío. En la Renoleta, los asientos forrados de plásticos tenían un agradable olor siempre; y los vidrios, con escarcha.
—¡Es cierto! Papá ponía a calentar el motor por unos largos minutos antes de partir. ¿Por qué nos llevaban al colegio en auto si estaba tan cerca? Prácticamente oíamos las campanas del comienzo de clases.
—Quizás nadie pensaba. Eran tiempos de transición, teníamos agallas y ojos de pez. ¿No te parece que los peces no sienten? No tienen expresión.
—Ni pestañean. Yo adquirí el hábito de hacerme la muerta, me daba risa pues nadie lo notaba.
—Es cierto, yo nunca te vi en el féretro. Nunca supe de ti. De hecho, tan solo de forma muy vaga recuerdo jugábamos al doctor escondidos en el baño. Nos reíamos nerviosos. Ni papá ni mamá sabían.
—A mí eso siempre me dio pena. Papá y Mamá nunca estaban cuando nosotros jugábamos. Era como si no existieran, pero de pronto indefectiblemente gritaban “¡A morir!” ¡Bah! Perdón (quise decir otra cosa) pero de seguro sabes de lo que te hablo.
—Claro, pero recuerda que sí estuvieron presentes cuando tuvimos nuestra primera menstruación, nuestra primera polución. Yo creo que a veces uno solo recuerda lo malo, como una especie de vicio.
—Quizás tienes razón. Existían las idas a la playa, el olor del chaleco cuando abrazábamos a papá; los cerros, las montañas, las nubes. Incluso la lectura que nos hacían de La isla del tesoro frente al mar, junto a la chimenea.
–Sí, era bonito ser niño cuando nos leían La isla del tesoro frente al mar… Es cierto que por momentos fuimos peces aún no pescados.
“Peces aún no pescados” dialoga en forma de contrapunto con “Mariposa de noche”, que puedes leer aquí.